martes, 6 de abril de 2010

Las maravillas de la leche materna

( Publicado en Revista Creces, Enero 2000 )
El periodo de la lactancia materna permite completar el desarrollo de órganos y sistemas que al momento de nacer son aun inmaduros. La leche de la madre, además de aportar los nutrientes en las proporciones y calidades necesarias, entrega también moléculas y células que ayudan al recién nacido a preservar de las infecciones provenientes del medio ambiente.
Los primeros dos o tres años de vida de un niño son esencialmente críticos para su normal crecimiento y desarrollo. Su velocidad de crecimiento (duplica el peso en cinco meses) junto a la necesidad de formar nuevos órganos y tejidos, hace que requiera de nutrientes en cantidades y calidades muy específicas. Un aporte insuficiente o cualquier otro factor adverso que lo afecte durante este período, va a tener repercusiones por el resto de su vida.

En la especie humana el recién nacido nace muy inmaduro, y es sólo durante el período de la lactancia que los diferentes órganos y sistemas alcanzan su funcionalidad normal. Es especialmente vulnerable el tejido cerebral, ya que es en este período cuando se establecen la mayor parte de las interconexiones neuronales (cableamiento) que más tarde van a permitir el desarrollo de las capacidades intelectuales y los mecanismos de control del cerebro sobre las diferentes funciones orgánicas (Aún las radiaciones débiles afectarian el cerebro fetal). Del mismo modo, el recién nacido presenta una inmadurez de su sistema inmunológico, de las funciones hepáticas y renales.

Más que en otros mamíferos que nacen con un mayor grado de desarrollo, la lactancia materna adquiere una gran importancia. Ella representa una extensión del proceso madurativo intrauterino, necesario para completar el desarrollo y madurez que más tarde se va a requerir para adaptarse a su medio ambiente de por sí agresivo. Es la leche materna la que proporciona todos los nutrientes indispensables para el crecimiento y el desarrollo, considerando que deben estar en un equilibrio tal, que no signifique un recargo para la inmadurez de riñones e hígado. Aparte de los nutrientes, la leche aporta importantes elementos defensivos necesarios que suplen la inmadurez inmunológica y que le permite defenderse de las infecciones.


Razones de las ventajas

las razones que justifican las ventajas de la lactancia materna son muchas, pudiendo destacarse entre ellas las siguientes:

a.- La leche materna contiene una concentración precisa de nutrientes que son los óptimos que requiere el niño para su desarrollo y crecimiento. Esta realidad válida para la especie humana, es también válida para las diferentes especies de mamíferos. El ritmo de crecimiento y características propias de cada especie exige de concentraciones precisas de nutrientes para cada una de ellas, y es por ello que la composición de las leches varía grandemente según las características de cada especie. En aquellas especies de rápido crecimiento la concentración de proteínas en la leche es más alta, al igual que la de algunos otros nutrientes. La leche de vaca contiene un nivel mucho más alto de proteínas que la leche humana y es la adecuada para el ternero, pero no para el recién nacido humano, que al ser sometido a una sobrecarga proteica exige la máxima funcionalidad de riñones e hígado, órganos que en el momento de nacer no han alcanzado su madurez total.

Es cierto que la alimentación artificial del lactante ha progresado enormemente en los últimos años, debido a los numerosos esfuerzos que la industria láctea ha realizado para modificar la leche de vaca tratando de asemejarla en su composición y características a la de la leche humana. Pero aun así, no ha sido posible el reemplazo de los elementos que colaboran en la defensa inmunitaria, o de otros elementos no bien conocidos, que se sabe colaboran en el proceso de crecimiento y desarrollo.

b.- Otra razón tiene que ver con los factores emocionales, que son esenciales para el normal desarrollo del lactante. El amamantamiento de un niño por su madre es un proceso fisiológico, indispensable para el normal desarrollo emocional y cerebral del lactante. Son numerosas las investigaciones que en los últimos años confirman esta afirmación. Los factores emocionales (sean estos positivos o negativos) son captados por la corteza cerebral y luego a través del hipotálamo influyen directamente sobre el sistema hormonal del niño, el que a su vez regula el metabolismo y el proceso de crecimiento y desarrollo en general. También el proceso de la lactancia influye favorablemente sobre las condiciones emocionales de la madre, estableciendo una normal relación entre madre e hijo que también es indispensable.

c.- También la lactancia materna favorece a la madre, ya que la hace recuperar su peso y figura más rápidamente. El organismo materno, durante el embarazo, acumula grasas en sus tejidos con el objeto de guardar una reserva energética que más tarde deberá utilizar en la producción de leche. Si la lactancia materna se reemplaza por una alimentación artificial, el deshacerse de esta reserva lleva más tiempo o ocurre sólo parcialmente.

d.- En condiciones normales la leche materna prácticamente no contiene gérmenes patógenos, lo que no ocurre siempre con los biberones, donde existe el riesgo de contaminación por mala preparación de las fórmulas o la falta de higiene de contenedores y chupetes. Ello es especialmente importante en países atrasados, donde las condiciones higiénicas y educacionales son precarias. Es así como en el subdesarrollo la alimentación artificial es la principal causa de la alta frecuencia de diarreas y trastornos gastrointestinales, que llevan a la desnutrición del niño durante los primeros períodos de la vida extrauterina.

e.- La leche de la madre ayuda activamente al recién nacido a prevenir las infecciones. Durante el embarazo pasan anticuerpos de la madre al feto, los que aún circulan en la sangre del recién nacido durante las primeras semanas, con lo que éste consigue neutralizar los microbios. El proceso defensivo se completa con el aporte en la leche materna de diversas proteínas de acción inmunológica, además de células con funciones también inmunológicas. Veámoslas en
detalle:


Los anticuerpos de la leche materna

Los anticuerpos, que también se denominan inmunoglobulinas en el organismo humano, son de cinco tipos diferentes, nombrándose según las siglas: IgG, IgA, IgM, IgD e IgE. Todos ellos se encuentran en la leche humana, pero por muy lejos el tipo más abundante es el IgA, especialmente en la forma llamada "IgA secretoria", que en los adultos se encuentran en grandes cantidades, tanto en el interior de los intestinos como en el sistema respiratorio. Estos anticuerpos resultan de la unión de dos moléculas IgA, además de un componente secretorio, cuya función parece ser la de ofrecer un escudo a las moléculas de anticuerpos para impedir que sean degradados por los ácidos del estómago y líquidos intestinales (Fig. 1).

Los lactantes que se alimentan artificialmente tienen pocos medios para defenderse de las bacterias patógenas, ya que sólo más tarde (semanas o meses después del nacimiento) son capaces de producir sus propios anticuerpos. Durante todo este tiempo están desprotegidos y corren un alto riesgo de infestarse.

En cambio, si el lactante se alimenta con leche materna, ésta le proporciona las moléculas de IgA secretoria, que pasan a su intestino cuando succiona la leche. Allí se unen a los microorganismos patógenos impidiendo que penetren las mucosas. La madre sintetiza estos anticuerpos cuando ella ingiere o inhala gérmenes causantes de enfermedades. Cada anticuerpo que ella produce es específico para cada germen. Como ella fabrica anticuerpos que son específicos para los gérmenes que están en su propio medio ambiente, el lactante también recibe la misma protección. Es decir, los anticuerpos que recibe el lactante, son los específicos para defenderse de los gérmenes que probablemente va a recibir del mismo ambiente de la madre.

Pero una segunda función de estos anticuerpos aportados por la leche de la madre es que no dañan a las bacterias útiles que tienen que desarrollarse en el intestino. Estas, cuando se instalan en el intestino, impiden el desarrollo de bacterias dañinas. Hasta ahora los investigadores no tienen una explicación clara de cómo el sistema inmune de la madre se las arregla para fabricar anticuerpos sólo contra las bacterias dañinas y no contra las bacterias beneficiosas. Pero cualquiera que sea el mecanismo, el hecho es que favorece el establecimiento en el intestino de las bacterias amigas.

Las moléculas de IgA secretora, a diferencia de otros anticuerpos, no dañan al lactante y mantienen a raya las enfermedades sin causar inflamación, proceso en el cual se liberan diversas sustancias químicas que destruyen los microbios, pero que simultáneamente dañan los tejidos normales. En el lactante, la mucosa intestinal es extremadamente delicada y la liberación de estos productos químicos podrían producir daños considerables en ella. Estos gérmenes amigos ayudan a mantener sana la mucosa intestinal, ya que se ha visto que animales de experimentación que nacen por cesárea y que se les mantiene en un ambiente libre de gérmenes amigos, inmediatamente se altera su mucosa intestinal (Nuestra flora intestinal es parte de nosotros mismos).

Pareciera que estas mismas IgA secretorias son capaces de proteger la superficie de otras mucosas, aparte de la del intestino. En muchos países, particularmente en los países asiáticos, en Sud América y en el norte de Africa, existe la práctica de tratar y prevenir las infecciones de los ojos de sus lactantes poniéndoles leche en su superficie. Aun cuando no hay una demostración científica de este efecto terapéutico, por lo menos hay una explicación teórica para pensar que se justifica. Es de imaginar que ello funciona, porque de otro modo la costumbre no estaría tan difundida y ya se habría desprestigiado.


Abundancia en la leche materna de moléculas beneficiosas

En la leche humana, aparte de la IgA secretoria, existen otras diversas moléculas que también previenen que gérmenes nocivos se adhieran a la superficie de la mucosa. Entre ellas, los oligosacáridos, constituidos por cadenas simples de azúcar. Ellos contienen ciertos dominios que se asemejan a los sitios de unión que poseen las células de la mucosa en su superficie. Son estos los sitios en que se unen las bacterias a las células para luego penetrar al interior de ellas. Por la semejanza de esos dominios de los oligosacáridos, éstos interceptan a las bacterias logrando formar complejos que las envuelven y que más tarde el lactante excreta por las deposiciones. Además la leche contiene largas moléculas llamadas "mucina", que contienen una gran cantidad de proteínas y carbohidratos. También ellas son capaces de envolver bacterias y virus eliminándolos a través de las deposiciones.

En la leche también hay otras moléculas con funciones muy valiosas. Una de ellas es una proteína llamada "lactoferrina" que puede captar dos átomos de hierro. Como muchas bacterias patógenas para crecer y desarrollarse necesitan hierro, la lactoferrina al enclaustrarlo no se lo dejan disponible, dificultando así su desarrollo. Este mecanismo es especialmente efectivo para impedir la proliferación de gérmenes que pueden causar serias enfermedades, incluyendo al "Stapylococus aureus". La lactoferrina también altera el proceso por el cual las bacterias digieren los carbohidratos, siendo éste otro mecanismo que también limita su proliferación. Del mismo modo, la proteína que se une a la vitamina B12 (B12 Binding Protein) priva a los microorganismos de esta vitamina, lo que es otro mecanismo que dificulta su crecimiento.

"El factor Bifidus" es uno de los factores que desde hace mucho tiempo se sabe que está en la leche humana y que contribuye a incrementar la resistencia a las enfermedades. Este factor promueve el crecimiento de organismos beneficiosos, como el "Lactobacillus bifidus". La leche humana también defiende al recién nacido contra los virus. Así por ejemplo, ácidos grasos libres presentes en la leche son capaces de dañar la membrana proteica que envuelve a los virus. El interferon, encontrado especialmente en el calostro (la primera leche de color amarillo que se secreta durante los primeros días de la lactancia), también tiene una gran capacidad antiviral. Igualmente el calostro contiene "fibronectina", que puede incrementar la actividad de los fagocitos para tragarse gérmenes que hayan escapado a los anticuerpos. Como la IgA, la fibronectina minimiza el proceso inflamatorio ayudando a reparar los tejidos dañados por ella.


Defensas celulares que proporciona la leche materna

La leche materna contiene también una gran cantidad de células inmunológicas. Ellas son glóbulos blancos o leucocitos, que por sí mismos combaten las infecciones y también activan otros procesos defensivos. La mayor cantidad de estas células se encuentra en el calostro. Ellas principalmente son neutrófilos, un tipo de fagocitos que normalmente circulan en el torrente sanguíneo. Existen ciertas evidencias que estos neutrófilos continúan actuando como fagocitos en el intestino del niño. Sin embargo, ellos son menos agresivos que los neutrófilos sanguíneos y desaparecen de la leche seis semanas después del nacimiento. Quizás ellos tengan otras funciones, como proteger los pechos de infecciones.

En menor proporción la leche contiene macrófagos, que también son fagocitos como los neutrófilos y desarrollan una variedad de funciones protectivas. Los macrófagos constituyen aproximadamente el 40% de los linfocitos del calostro. Ellos son mucho más activos que los neutrófilos y más movibles que sus congéneres de la sangre. Aparte de ser fagocitos, los macrófagos en la leche fabrican "lisozimas", aumentando su cantidad en el tracto gastrointestinal del lactante. Las lisozimas son enzimas que destruyen las paredes de las bacterias.

Además, macrófagos en el tracto intestinal estimulan a los linfocitos para que se pongan en acción. Los linfocitos constituyen el restante 10% de las células blancas de la leche. Alrededor de un 20% de estas células son B linfocitos, que son los que precisamente producen los anticuerpos. Los restantes son linfocitos T, que directamente destruyen las células infectadas o envían mensajes químicos que movilizan otros componentes del sistema inmune. Los linfocitos de la leche parecen tener un comportamiento diferente al de los linfocitos de la sangre. Los de la leche por ejemplo, proliferan en presencia de Escherichia coli, que es un germen muy peligroso para los lactantes. Los linfocitos de la leche también producen muchas sustancias químicas como "gama-interferon", "factor inhibidor de inmigración" y "factor quimotáctico de monocitos", todos los cuales refuerzan la respuesta inmune del lactante.


Beneficios agregados

Son numerosos los estudios que demuestran que en la leche humana existen ciertos factores que inducen al sistema inmune del lactante a madurar más rápidamente, en comparación con aquellos lactantes alimentados artificialmente. Así por ejemplo, los niños alimentados al pecho, al ser inmunizados, producen niveles más elevados de anticuerpos. También ciertas hormonas en la leche (como el "cortisol") y proteínas más pequeñas (incluyendo el "factor de crecimiento epidermal", el "factor de crecimiento nervioso", "factor de crecimiento semejante a la insulina" y la "somatomedina C") ayudan a mantener indemne la mucosa intestinal del recién nacido haciéndola impermeable a patógenos no deseados y a otros potenciales agentes dañinos. Por otra parte, estudios realizados en animales demuestran que el desarrollo posnatal del intestino ocurre más rápido en animales alimentados con leche de la madre. Más aún, animales que además reciben calostro, que contiene altas concentraciones de factor de crecimiento epidermal, maduran aún más rápidamente.

Otros factores desconocidos en la leche humana estimulan la producción de IgA propia del lactante, como también la lactoferrina y la lisozima. Estas tres moléculas se encuentran en gran cantidad en la orina de lactantes alimentados al pecho. Esta necesariamente debe ser producida por la mucosa del propio lactante, ya que estas mismas moléculas que proporciona la leche no se pueden absorber por el intestino y por lo tanto no pueden ser eliminadas por el riñón. En otras palabras, la lactancia materna induce la inmunidad local en el tracto urinario.

Esto se confirma por el hecho observado de que los lactantes alimentados al pecho, si se comparan con los alimentados artificialmente, tienen menor riesgo de presentar infecciones urinarias. Finalmente, otras evidencias sugieren que existiría un factor desconocido en la leche humana que induce al lactante a producir su propia fibronectina.

Considerando todos estos antecedentes, la leche humana es un fascinante líquido que suministra al lactante elementos que van más allá de la nutrición. Todos ellos lo protegen de las infecciones hasta cuando él pueda más tarde protegerse por sí mismo.



Bibliografía:

1.-The Immune System of Human Milk: Antimicrobial, Antiinflamatory and Immunomodulating Properties . A.S. Golman en Pediatric Infections Disease Journal, Vol 12, N1 8, pág. 664; Agosto 1993

2.-How Breast Milk Protect Newborn. Newman J. Scientific American, Pág. 58, Diciembre, 1995.

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